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20 ago 2012

Bretaña francesa (II). Ille-et-Vilaine.


Tras paladear breve pero intensamente la ciudad de Rennes, capital de Ille-et-Vilaine, continuamos navegando por las carreteras de este departamento situado al noroeste de Bretaña. En cuanto a lo cervecero lo bien cierto es que fueron los dos días más relajados del viaje, cosa que ya sabíamos de antemano y por ello nos dedicamos a otros menesteres relacionados principalmente con el buen manducar y el mucho patear.

En la bonita ciudad amurallada de Vitré encontramos un par de tiendas con pocas pero interesantes referencias tanto bretonas como francesas: Le Chai D’Anthon’, el cual tenía un pub propio pegado a la misma, y Ets Gautier, en la que además de algunas cervezas tenían una selección de vinos y champagnes muy cuidada. Por aquello de levantarse pronto, nos encontramos cerrado un brewpub llamado Bressan en el número 3 de la Rue Tremoille (si alguno se anima a emular el viaje en un futuro ya nos contará).

Aunque no encontramos nada cerveceramente destacable, os recomiendo muy mucho una visita a la también ciudad amurallada de Fougères, una verdadera pasada.


Arriba, una panorámica de Fougères. Abajo uno de los habituales picnics que monopolizaron muchas comidas a mediodía y en los cuales dimos rienda suelta a nuestra “quesofília”.



Sobre éstas líneas, las Sainte Colombe, una buena prueba de que unos cautivadores exteriores pueden contener unas cervezas más que decentes. Cítrica, suave y un punto especiada la Blonde y algo más afrutada y dulzona pero nada cansina Dorée, con el único pero del exceso de gas para mi gusto.


Tras visitar algunas ciudades y villas de por medio llegamos a Saint Malo, uno de los centros turísticos de Bretaña. A las afueras, también en una zona industrial como en el caso de Rennes, teníamos visita obligada al Gardenbier, medio tienda medio bar, pero exclusivamente dedicada a nuestra querida cerveza.


Si uno se dejara llevar por las primeras impresiones… cuantas cosas se perdería…


Un número de referencias bestial (+350), otra vez a precios muy ajustados, mayoritariamente belgas y alemanas, infinidad de cristalería, alguna referencia que se resiste a aparecer por aquí como la trapense de la Abbaye des Monts des Cats (elaborada por Chimay aunque tras probarla no lo diría…), un bar con 7 neveras repletas de cervezas como mucho a 3,50€… en fin, una referencia muy a tener en cuenta si se está por la zona.



Pero dejando atrás las afueras de la ciudad y una vez dentro de los intramuros, la parte con más carácter de Saint Malo, visitamos La Java Café, un local abarrotado de decoración hasta el último centímetro de pared, con carteles, marionetas, luces… y con unos curiosos columpios como asiento para la zona de la barra. En cuanto a cerveza, muy pocas cosas y de interés relativo en barril (Affligem, Pelforth…) y mucho menos en botella (nada más y nada menos que a 8€ las de 33cl). Así que tras la foto, para fuera que nos fuimos… Como curiosidad tenían Picon Bière, un aperitivo que mezcla una bebida de marcado sabor a naranja con cerveza de trigo.


Mucha cerveza no, pero no me negareis que los interiores, aunque algo recargados, merecen mucho la pena.


Pero la mejor referencia de Saint Malo, con el permiso del Gardenbier, es sin duda el Bar L’Aviso.


Arriba un bonito cartel anunciante que en su día colgaba de los exteriores del local, pero que unos descerebrados obligaron a su recolocación a buen resguardo. Abajo los interiores, repletos de cuadros y carteles curiosos hasta el último rincón.



Y es que un bar con 11 referencias en barril de la talla de la totémica Sint Bernardus 12, la rica Tripel de la misma casa, otra joya como Hopus, Roddenbach (aunque venida a menos, de barril es una auténtica rareza por la península), Tripel Karmeliet… no me diréis que no merece la pena. Y en cuanto a las botellas, más de 300 referencias mayoritariamente belgas, aunque cierto que a un precio algo más subido que en otros bares.

 ¡¡La S. Bernardus 12 y la Hopus de barril son una auténtica locura!!


En este bar pasamos una larga y magnífica velada, sobretodo gracias a su patrón, Jean Françoise, quien lleva nada más y nada menos que 35 años sirviendo cerveza tras esta barra. Una auténtica barbaridad. Nos obsequió con una etiqueta de la cerveza que la cervecera belga Van Eecke embotella para él (el contenido es Hommelbier, una de sus cervezas favoritas… y de las nuestras sea dicho de paso), aunque no pudimos beberla porque le mandan unos pallets en septiembre y las va consumiendo hasta que se terminan y llega el siguiente septiembre.

 Arriba la curiosa etiqueta.

Como anécdota, decir que no he visto demasiada gente beber una cerveza como S. Bernardus Tripel tanto, tan rápido y reincidentemente sin verse lo más mínimamente perjudicado. Por lo visto es su cerveza favorita…


Y aquí cerramos lo que por encima nos dio de sí Ille-et-Vilaine en cuanto a bares y tiendas con cerveza. A parte, como imaginareis, bebimos muchísima más cerveza gracias a las compulsivas compras que la reina Lúpula no consiguió impedir… ;P

Pero antes de dar por cerrado el post, para los que no os quedéis únicamente con la cerveza os digo que el recorrido por este bonito departamento francés también nos dio para comer muchas ostras en el puerto de Cancale (a 4 o 5€ la docena – y no precisamente de las pequeñas - recién sacadas del mar), ver muchas playas y disfrutar de bonitos paisajes, beber sidra a mansalva, disfrutar de pueblos pequeñitos sobrados de encanto, enamorarme de la guitarra de Albert Niland (gracias Jean-Françoise!!), adentrarnos en Normandía para disfrutar de una escapada al Mont Saint Michel (a pesar del clavazo de 8,5€ por dejar el coche aparcado a más de 1km de la abadía…), soportar las repentinas trombas de agua seguidas de un sol maravilloso, rememorar un pedacito de la 2ª Guerra Mundial en el Memorial 39-45 de S. Malo… Y así cerramos el primer bloque del viaje para adentrarnos en Côtes d’Armor, un departamento situado en la parte centro-norte y en el que la cerveza tomó, si cabe, más protagonismo aún, pero eso mejor lo dejamos para el próximo post.


Arriba, las ricas ostras recién recogidas del mar, en Cancale. Abajo, unos boles de sidra casera que voy a echar muuuucho de menos…