29 may 2011

Mejores cervezas del mes: Mayo.

Ya estamos otra vez a finales de mes por lo que también llegan las diferentes cervezas que más nos han gustado. Este mayo la cosa se ha presentado verdaderamente movidita y hemos tenido nuestras "dificultades" para poder elegir sólo unas pocas así que esta vez el listado ha aumentado en número. Ojalá todos los meses se nos presentaran estas mismas "complicaciones"…

Si recordáis, durante el pasado abril, el lúpulo no tuvo tanta presencia en esta lista como otras veces, pero este mayo, como queriendo recuperar su trono, nuestras queridas florecillas verdes vuelven con más fuerza si cabe.

La primera de las cervezas es la danesa Mikkeller I Beat You, una elaboración que nos dejó realmente impresionados por su cremosa textura en boca y porque pese a los sabrosos y corpulentos que se presentaban los lúpulos, estos estaban realmente bien compensados.


La siguiente es la Thornbridge Jaipur. Varios conocidos nos habían hablado muy bien de ella y de sus elaboradores así que cuando vimos la oportunidad de conseguirla ni lo pensamos (aunque tuviera que venir desde U.K.). Se trata de una IPA inglesa con cierto toque yankie por sus lúpulos, aunque estos, a pesar de no esconder su procedencia, no saturan los sentidos como un tsunami, más bien todo lo contrario, están muy pero que muy bien neutralizados. Refrescante, cítrica, herbal, un punto dulzona de fondo pero bien equilibrada y con una entrada y paso por boca realmente fácil. Ideal para tomarse unas cuantas pintas sin salir perjudicado. Otra que se vino de viaje junto con la anterior fue la americana Goose Island IPA. Hacía tiempo que no probábamos una yankie lupulera tan ligera y a la vez tan redonda, casi mascable, con mucho lúpulo pero también contrarestado por un sabroso fondo afrutado con destellos herbales y un punto especiados. Y lo mejor de todo es que tan solo tenía 5,9% de alcohol. Verdaderamente espectacular.


Por si no había bastante lúpulo en todo el mes, gracias al amigo Ramón de Cervezalandia pudimos probar la Rogue Yellow Snow en barril de 5L. Los que leáis de normal este blog sabéis de sobra que hasta el momento las diferentes Rogue que habíamos probado nos habían decepcionado casi siempre, a pesar de su fama (y sobretodo de su precio). Pero esta IPA con sólo 6,2% de alcohol, aparentaba un cuerpo mucho mayor y se dejaba tomar muy, muy bien, con la carbonatación justa y cargada con jugosos lúpulos amarillo (70 IBUs). Sin duda marca un antes y un después aunque también os tengo que decir que por lo visto en botella de 66cl vuelve a decepcionar según nos comentó Ramón, así que ya no se que pensar con esta cervecera…


Pero dejemos tanto lúpulo por un momento… A mediados de mes también probamos por fin algunas muestras de la famosa cervecera belga Urthel. He de reconocer que tanto la Vlaamse Bock como la Hop-it se nos quedaron algo cortas, pero la Urthel Samaranth es sin duda una de las mejores belgas que hemos probado en este último año. Una quadrupel muy proporcionada, sabrosa, con las lógicas notas dulzonas, tostadas y especiadas pero con el alcohol, aunque presente, nada cansino. Todo a través de una excelente y fina carbonatación y una textura sedosa realmente agradable. Deliciosa.


Tras ésta, la sorpresa llegó con las japonesas Hitachino, aunque también es verdad que su precio tampoco era precisamente bajo como para no esperar algo de ellas… En primer lugar la Hitachino Japanese Classic Ale, una especie de IPA madurada lentamente en barrica de cedro (las mismas que se utilizan para elaborar sake), emulando a las IPA que por lo visto llegaron por estas tierras durante el s. XIX. Esta perla ambarina ofrecía notas acarameladas junto a otras más alicoradas en nariz, y en boca mucha fruta y especias, con el lúpulo y el amargor presentes pero bien integrados y compensados por el sabroso fondo malteado, dando en conjunto una cerveza de cuerpo medio y nada cansina.


La segunda de la casa fue la Espresso Stout, una cerveza que literalmente hacía honor a su nombre por las predominantes notas a café y torrefactas tanto en nariz como en boca, aunque en esta segunda era bastante más comedida. Ofrecía una ligera y agradable textura cremosa y un amargor bastante más controlado de lo esperado. Desde luego estas cervezas nos abren los ojos (o nos los cierran, por aquello de los “ojos rasgados”…) hacia el lejano oriente, que como era lógico, va mucho más allá de lo que hasta el momento nos habían dado a entender las omnipresentes Sapporo, Kirin o Asahi.

Y para terminar, en cuanto a artesanales la cosa ha sido con mucha diferencia lo que menos nos ha costado elegir, y no por comparación con la enorme cantidad de chascos y decepciones varias que nos han golpeado en toda la cara, sino por méritos propios. Hablo de Cotoya, unas cervezas que Diego, su elaborador, nos regaló el pasado verano en nuestro viaje a Asturias, y que tras estar guardadas en la despensa durante casi un año por fin nos decidimos a desempolvarlas, no sin algo de dudas por la excesiva tardanza. Concretamente con una de ellas, la Cotoya Extra 1080, ocurrió precisamente lo contrario ya que al compararla con la supuesta versión nueva, que nos la trajo el amigo Andrés (Lúpulo Feroz) hace un par de meses, la envejecida estaba mucho más redonda y reposada, con la carbonatación adecuada y con unas sabrosas y seductoras notas a chocolate y tostados. Nos gustó mucho.


De las otras dos que teníamos, Ultramar y Llambic de nisos, esta última fue la que más nos gustó. Una cerveza que no sabíamos por donde nos saldría ya que supuestamente era espontánea y con el viaje en coche en pleno julio (y el consiguiente calor) nos temíamos lo peor. Los nisos (una fruta de aspecto similar a la ciruela) le daban un curioso toque, que para entendernos nos recordaron a las notas de la piel de cereza y a endrina, algo herbales, áspera y un punto ácida, dando una sensación seca en boca pero sin que ello fuera en perjuicio de cara a su facilidad para tomarla. Ambas, muy gratas sorpresas. Para que no sirva de excusa eso de que el transporte es la causa de que algunas artesanas lleguen en condiciones dudosas…

Pues con estas dos cervezas artesanas ya está todo el “pescado” vendido. Veremos qué nos depara el caluroso junio, aunque parafraseando a un genio, “mañana más pero no mejor porque es imposible” ya que este mes las gratas sorpresas han sido muchas.

P.D.: No pensaréis que me iba a olvidar de mi querido conjunto azulgrana... Y es que con la de ayer ya van cuatro "orejudas", jeje! Barça, Barça, Baaarça!!!

24 may 2011

En busca de la birra perdida…

No, esta entrada no va sobre la próxima peli de Indiana Jones. Más bien estaba pensando en cervezas limitadas, especiales, rarezas o como quiera que las llaméis. Porque ¿alguna vez habéis intentado conseguir alguna de esas joyas líquidas con una fama que traspasa fronteras con una facilidad pasmosa? ¿Y cuantas veces habéis tenido éxito? Porque por desgracia muchas veces ya sea por disponibilidad, por la gran demanda o por no hablar de los precios prohibitivos que alcanzan algunas de ellas, nos es muy difícil hacernos con algunas de esas cervezas que tantas veces alcanzan el título de leyenda cuando en realidad la mayoría de nosotros ni las hemos probado y probablemente no lo hagamos en mucho tiempo (“nunca digas nunca jamás”).

Recuerdo que hace unos años, cuando nosotros dos empezábamos a acercarnos a este mundillo no tardó en sonarnos un nombre cada vez con más y más fuerza, Westvleteren. Todos los comentarios y referencias a esta famosa cervecera belga, considerada la mejor del mundo según algunos, iban en la misma línea de ensalzar sus magníficos atributos. Aunque te resistieras, irremediablemente acababa entrándote la duda de si sería para tanto o si al probarla existiría un antes y un después, como si todas las cervezas que hubieras conocido anteriormente quedaran desplazadas hacia el rincón de castigo. Y es que no eran pocos los mitos y leyendas a su alrededor (en algunos casos, supuestas realidades…). Que si solamente podías comprarlas en la propia abadía y bajo unas estrictas normas de control, con historias de peticiones por teléfono y bloqueos de posibles nuevas llamadas de tu móvil durante el mes de tu recogida para evitar que hicieras más encargos, con los monjes apuntando la matrícula del coche con el que llegabas cual agente de la C.I.A., que si te obligaban a comprometerte a no venderlas a terceros una vez las tuvieras en tu posesión, y por no hablar de toda esa gente que decía que si los monjes eran o no unos antipáticos por no querer satisfacer la enorme demanda… ¡¡¡Pffff!!! Por si no fuera poco, además, las singulares botellas no tenían ni etiqueta ni serigrafía alguna, y únicamente se diferenciaban por unas sencillas chapas de diferentes colores y cuatro palabras escuetas. Algo surrealista, pero os tengo que ser sincero que, como a muchos otros, el conseguirlas me llegó a obsesionar un pelín.


Por suerte, hace unos meses y gracias a dos amigos pudimos probar las tres variedades, e incluso se nos presentó la oportunidad de repetir en más de una ocasión en una cervecería cercana a nuestra casa (y no vivimos en Flandes… ¡chincharos, malditos monjes!) cosa que tiempo atrás nos hubiera parecido algo increíble. La cuestión es que al probarlas (porque digo yo que su función era ser disfrutadas y no pasar a ser el florero honorífico de algún lugar bien visible de la casa…) nos gustaron mucho, y para ser más concretos, la Westvleteren 12 nos pareció verdaderamente extraordinaria. Pero una vez bebidas, y con un inevitable cosquilleo recorriendo la barriga, surgió la dichosa preguntita: ¿Son realmente las mejores cervezas del mundo? ¿A partir de ahora vamos a sufrir penurias, angustia y aburrimiento porque nada nos va a volver a sorprender?


La respuesta es obvia. No se si serán las mejores o no, pero hay gran cantidad de cervezas muy buenas por la extensa geografía cervecera, mucho más fáciles de conseguir y a precios bastante más asequibles. Además, existen muchísimas elaboraciones realmente interesantes y por desgracia muy poco conocidas. Con ello quiero decir que muchas veces se crea un halo tan y tan grande alrededor de una marca o de un nombre que se magnifica todo hasta desviar la atención de lo básico, y es que simplemente hablamos de una cerveza y no del santo grial que nos dará inmortalidad. Puede que increíble, única, con muchas curiosidades a su alrededor (algo también llamado marketing por otros) pero no deja de ser una cerveza.

Con lo que me quedo tras todo esto es que el encapricharse con un nombre no sirve de nada. Es verdad que tampoco hacía falta probar las tres variedades de Westvleteren para llegar a esta conclusión tan perspicaz (uno que es muy tozudo…) o puede que algún entusiasta piense “si, pero tu ya la has probado, canalla!”, pero es mi opinión, ya que rarezas y joyas las hay a patadas incluso sin desplazarse muchos kilómetros de la propia abadía de Saint Sixtus.

Así que para aquellos que no tengáis la menor idea y andéis algo perdidos y/o abrumados ante tantísimas cervezas disponibles, dejaros llevar ya que normalmente la más sorprendente será aquella de la que menos esperéis.

P.D. Justo antes de publicar esta entrada me comenta mi experimentada asesora financiera, encarnada en mi querida y algo quejica gata blanquinegra, que mis palabras seguramente tengan el efecto contrario al deseado y que las acciones de Westvleteren se dispararán como nunca en su historia. Así que con los tiempos que corren, es momento de que aquellos más audaces inviertan en los afamados bonos del estado trapista para ganar pasta fácil. Como podéis ver en las fotos de abajo, algunos ni se lo han pensado un segundo así que no perdais tiempo dándome las gracias y actuad rápido antes de que explote otra vez la burbuja especulativa…


Estas dos últimas fotos están tomadas de aquí y de aquí.

19 may 2011

Una ronda chistosa...

A una que yo me sé le suelen entrar ardores y se le hinchan los lúpulos cada vez que escucha un chiste malo, así que para tí va uno increíblemente bueno y cargado con mucha lupulina…

¿A que no sabéis cuál es el colmo de un lúpulo con pocos alfa-ácidos?

Tic… tac… tic… tac…

Pues que iba a ser si no… que lo pille un craft brewer en USA y le amargue la vida.

¿Aún estáis en shock, verdad? Por si a caso hay alguien que no lo haya pillado, porque con lo buen chiste que es, seguro que alguno ha quedado por ahí, vamos con una adivinanza más perspicaz y profunda si cabe…

¿De qué color es el lúpulo amarillo de Santiago?

Aquel que responda correctamente a esta segunda pregunta podrá elegir entre una inyección de 200 IBUs directamente en vena o bien pasar una estupenda noche en una de las exclusivas suites que poseen incluida una cama rellena de lúpulos, con lo que ello conlleva para el descanso y relax del cuerpo. Ambas cosas, evidentemente de forma totalmente gratuita dentro del asilo “el hogar del lupulado”, que próximamente tengo pensado abrir en Carrizo de la Ribera, el paraíso del lúpulo situado en León. ¡Ah! Por favor, los alérgicos, absténgase de participar.

Para dar más fuerza al asunto tenéis que poner la voz del gran Joaquín Prats y acompañarlo con la mano mientras gritáis “¡A jugar!”.

P.D. Reconozco que las cervezas de anoche me debieron sentar fatal…

17 may 2011

Últimos cartuchos por Barcelona y despedida.

Después de tres días de ruta birrera nos levantamos el viernes con la idea de dejar de lado (aunque por poco tiempo…) tanta cerveza y así dedicarnos a otros menesteres como el buen yantar o ese callejear del que por el momento tampoco habíamos abusado.

Como cualquier buen viaje a Barcelona que se precie, no podía faltar una ruta por el modernismo recorriendo l’Eixample y Gràcia, así que a ello dedicamos la mañana del cuarto día. Pero antes de ello teníamos la imprescindible parada en ese templo del buen producto que es el Mercat de la Boquería (aunque cada vez que lo visitamos me da la impresión que se está convirtiendo más en una atracción turística que en el impresionante mercado que debería ser) y, como no, el esencial trago de agua en Canaletes.

Extasiados por los colores y formas de los maestros Gaudí, Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner y compañía, llegamos al final de nuestra ruta particular a la altura de la Casa Comalat, cerca de la cual nos encontramos una focaccieria con un amistoso nombre, Buenas Migas, en la que tenían una cerveza supuestamente artesanal y que aún no conocíamos, Sóc La Canya. Al leer la contraetiqueta vimos que en realidad se elaboraba en Alemania (no decía más…).

En la foto de la izquierda, la casa de les Punxes. A la derecha, la cerveza de Buenas Migas.

Tras la inesperada sorpresa nos fuimos en metro a un local recomendados por Txema, el archireconocido Bar Tomás en el barrio de Sarrià. Según cuenta la leyenda, en este sitio se elaboran las mejores patatas bravas de Barcelona. Pedimos las famosas “dobles mixtas”, realmente acojonantes, y tras repetir jugada (con el achicharre de lengua consiguiente) pedimos unos cuantos platos para picoteo, todo regado con unas cuantas cañas de San Miguel de barril (no había otra cosa…). Después nos tomamos la tarde en plan relax antes de quedar a las 18h. con Jordi (Joexx entre los bloggers).


Nos habíamos citado en La Cervecita Nuestra de Cada Día (C/ Llull, 184), una cervecería situada en el barrio de Poblenou. El local, relativamente amplio y grande, tenía unas pocas mesas en la entrada y una estantería que recorría todo el local por la zona izquierda y en la cual había muchas artesanales catalanas para llevar, con alguna pincelada de extranjeras (Rogue, Meantime, Anchor…). Al fondo, bajo una preciosa pintura estaba la pequeña barra con 5 barriles: BrewDog Hardcore IPA y 5 A.M., Kwak, Guineu Montserrat y una tal “Landbier”. Nos decidimos, a pesar de haberla tomado en día antes en La Cerveteca, por Brew Dog 5 A.M. además de la excelente Guineu Montserrat, una elección que nunca nos decepciona.

Exteriores e interiores de La Cervecita Nuestra de Cada Día.

Siguiendo con la charla (más futbolera que birrera) nos pedimos una Fort (elaboración de Rosita para El Vaso de Oro, local de la Barceloneta del que os hablamos en la anterior entrada), que no nos dijo demasiado, y su cerveza, George’s Pale Ale, que nos gustó bastante más.


Tras llenarse el local hasta la bandera y al irse haciendo tarde, hicimos las compras pertinentes y nos despedimos (no sin típicos intercambios oportunos…).

Después nos fuimos a otro de los locales recomendados por Txema (chico, solamente por publicidad me debes un plus… ;P), también en el mismo barrio que el bar Tomàs: l’O.K. Sarrià. Se trataba de una hamburguesería con precios algo elevados pero cuyas elaboraciones merecen ese desembolso sin pensárselo un segundo. El local poseía muchas referencias al fútbol americano, con muchas gorras y banderolas, pero además, con el pin-ball de la entrada y algunas alusiones más a la cultura yanqui en forma de carteles y fotos, daban en conjunto un ambiente peculiar que nos encantó. Tras la larga espera que ya sabíamos de antemano que nos tocaría aguantar (por las colas interminables y el mimo con el que hacen las hamburguesas), por fin nos llegó el disfrute en forma de dos maravillosos óvalos de ternera picada a mano, uno de los cuales será totalmente imposible de olvidar: Chilli Cheese Burguer. Para acompañar pedimos unas cuantas pintas de Damm negra de barril con la cual sinceramente no esperábamos quedar tan gratamente sorprendidos.

En la foto de arriba (aunque no hace justicia al placer) tenéis el maravilloso bocado y la Damm negra.

Algo entusiasmados por la comilona aunque también algo cansados tras tantos días apretando las tuercas decidimos dar por finalizada la jornada ya que el día siguiente nos esperaban unas cuantas horas de carretera.

El sábado, último día en Barcelona, nos levantamos bastante descansados y con la idea de hacer unas últimas compras birreras al tiempo que visitábamos el maravilloso Barri Gòtic y el excepcional modernismo del Palau de la Música Catalana (este último, otra visita imprescindible de Barcelona junto con el Park Güell y La Boqueria, según nuestra opinión).

En la foto, detalle del Palau de la Música Catalana.

Tras esto nos fuimos al Barri del Born, donde teníamos previsto comer en El Xampanyet, un bar intemporal similar a esos otros de los que os hablamos en La Barceloneta. Pero como estaba reventar de gente simplemente cruzamos la calle Montcada para ir a otra de las recomendaciones, el Euskal Etxea, un excelente bar de pintxos que al mismo tiempo funciona como restaurante y asociación que promueve la cultura vasca con exposiciones, música entre muchas otras actividades. Para acompañar la infinidad de deliciosos pintxos que continuamente iban cayendo en nuestras manos os tengo que reconocer que dejamos la cerveza un tanto de lado ya que gustándonos como nos gusta el maravilloso txacolí de Getaria no nos pudimos plantear otra opción.

En la foto, una deliciosa banderilla.

Tras la excelente comida nos fuimos a Gràcia para hacer unas compras express en un par de tiendas de productos de importación (con algunas cervezas curiosas) además de visitar La Maison Belge (C/ del Montseny, 17).


He de reconocer que hace un año o más esta tienda me parecía imprescindible en cualquier ciudad pero dejando claro que la consideramos una buena referencia en el sector por la extensa gama que posee (aunque en la tienda online), la impresión que nos llevamos fue un tanto de chasco ya que esperando una infinidad de curiosidades belgas nos topamos con bastantes menos referencias que en su web y con unos precios algo subidos en comparación con otras tiendas (aunque esto también lo conocíamos). Además, nos quedamos un tanto chafados porque la razón principal de nuestra visita era comprar unos cuantos quesos (otra de nuestras innumerables pasiones), que supuestamente eran algunos de los que tenía el Drunk Monk, pero solamente tenían uno de Val-Dieu. Según el dueño, algo circunstancial…

Algo fastidiados con la “eventualidad” y tras comprar algunas cervezas que teníamos menos vistas, para retomar el buen sabor que la ciudad nos había dejado días atrás decidimos despedirnos de ella en un marco incomparable como es el parc de Joan Miró, coronado con la preciosa escultura “Dama i ocell” del mismo autor, la plaça Espanya y las torres venecianas a un lado y el majestuoso Montjuïc al otro lado. Un espacio único.

El Parc de Joan Miró con la escultura del mismo autor.

Tras esto y con algo de la lógica tristeza que acompaña cualquier despedida nos fuimos hacia el coche dispuestos a zamparnos con mucha filosofía los casi 400 km. que separan Barcelona de nuestro querido Llombai, en Valencia.

Alguno seguro que pensará que se nos quedaron algunos locales cerveceros en el tintero como el brewpub situado en Gràcia (La Cervesera Artesana) o la tienda Rosses i Torrades, entre otros, pero con tal de no terminar hasta los lúpulos de tanta cerveza y de paso con los bolsillos vacíos (tampoco quedaron muy pudientes) pensamos en hacer una buena mezcolanza entre algunos de los más conocidos locales cerveceros y otros locales del buen vivir.

Antes de terminar quisiera acordarme de dos personas sin la ayuda de las cuales el viaje no hubiera sido tan rico y pleno. Por un lado de Jordi (Joexx) gracias al cual pudimos conocer y comprar bastantes curiosidades cerveceras en colmados y tiendas de importación (El colmadito afro-latino, Krakovia, Manjares, De Gusto Portugués, Le Regioni d’italia, y un largo etcétera). Por otro lado, Txema, gran amigo y mejor guía de viajes que tuvo que soportarme mucho antes de partir para así tener bien atado todos los cabos del viaje. Mil gracias a ambos.

Para los que no los hayáis leído, aquí tenéis las demás entradas:

- Drunk Monk y Mataró:
- Llegada a Barcelona y 2d2dspuma:
- La Barceloneta, Born, La Cerveteca, El Flabiol y Freiburg (L’Hospitalet):

13 may 2011

3er día: Barceloneta, Born y… ¡mucha más cerveza!

Tras un par de entradas de por medio, seguimos con nuestras andanzas por la Barcelona más birrera.

Jueves, segundo día en Barcelona y tercero de la escapada, nos levantamos con el ánimo de visitar tantos locales cerveceros como nos fuera posible ya que sin quererlo se nos acumulaba la “faena”. Pero como tampoco era plan de abusar de buena mañana y varias cervecerías no abrían hasta media tarde, nos fuimos a pasar la mañana a ese reducto marinero llamado la Barceloneta.

Más que pisar sus repletas playas de turistas nos apetecía adentrarnos en una Barcelona menos turística y sofisticada, con las calles estrechas repletas de señoras mayores acicaladas con decenas de rulos de colores en el pelo y adelantándose las unas a las otras (carro de la compra incluido) con más pericia que muchos coches por la circunvalación de Valencia. ¡Ah! Y todo bajo una inmensa selva de sábanas colgando de los balcones. Una estampa difícil de olvidar…

Pero además, como casi siempre, teníamos otra razón para visitar este barrio: satisfacer el estómago. Difícilmente hay una zona de Barcelona con tantos y tan buenos locales para tapear, algunos rallando la excelencia y otros, como es lógico, metiendo sablazos al incauto guiri. Por suerte, las recomendaciones del gran amigo Txema nos evitó lo último. Tras unas maravillosas y típicas “bombas” (una especie de bolas de patata rellenas con carne picada y cubiertas con una rica salsa picante) acompañadas por unas más que correctas cañas de Estrella Damm en el Bar La Bombeta, nos fuimos a otra parada obligatoria, La Cova Fumada, local en el que cayeron irremediablemente otra ronda de deliciosas bombas (aunque más pequeñas…) además de un sinfín de platos para picar (inolvidable la “esqueixada de bacallà”, un plato de bacalao desmigao con aceitunas negras y rociado con aceite de oliva), regados todos ellos con más cañas si cabe.

Arriba las bombas de La Bombeta y abajo la “esqueixada” de La Cova Fumada.

Tras éste, vino el turno de otro local, El Vaso de Oro, en el que nos pedimos su “famosa” cerveza de barril (una mezcla al 50% entre la Damm rubia y negra), la cual, aunque bien tirada, nos dejó un tanto indiferentes (por cierto, que este local también tiene una cerveza artesanal propia, Fort, que según nos contaron más tarde la elabora Rosita). Para cerrar la ruta de tapeo, con las persianas casi bajadas, nos tomamos un soberbio vermut casero en el Bar-Bodega L’Electricitat. Para que no se diga que en la vida todo es cerveza…

Después nos dirigimos hacia el barrio del Born para disfrutar de las majestuosas calles empedradas repletas de antiguos palacios y palacetes, todo ello coronado por la totémica obra del gótico catalán, Santa María del Mar.

Pasadas las 16h. llegaba por fin la hora de irnos por algunos de los locales más puramente cerveceros. El primero de la tarde iba a ser La Cerveteca (c/ Gignàs, 25). Situado en un bajo que hacía esquina entre dos calles, nos llamaron mucho la atención sus interiores además de su dinamismo, con gente entrando y saliendo continuamente y con dos paredes exteriores cubiertas con grandes ventanales que impedían cualquier tipo de intimidad.


En una esquina estaba la barra con sus respectivos tiradores, y en otra encontrábamos dos paredes que funcionaban como las estanterías de la tienda (tenían Meantime, Rogue y Schlenkerla, un par de Cantillon, varias Guineu y Agullons, entre otras). En medio de todo esto encontrábamos unas cuantas mesas-barril carentes de sillas, cerca de las cuales había un par de neveras con cervezas frías para tomar en el local o para llevar. Nos gustó bastante el local ya que no queríamos tomarnos más que unas cañas, pero también es cierto que si hubiéramos preferido tomárnoslas con mayor tranquilidad, o incluso sentarnos, el tema se hubiera puesto más complicado…


Tenían 9 barriles, tres de Brew Dog (Punk IPA, 5 A.M. y Trashy Blonde), y unos cuantos más de la alemana Aktien (creo recordar que también uno de Agullons pero no estoy seguro). Nos decidimos por una cañas de 5 A.M. y de Punk IPA, con las que quedamos plenamente satisfechos. A continuación, de la nevera elegimos una Rogue Kells Irish Lager para intentar reconciliarnos con esta conocida cervecera americana, pero esta lager no nos hizo cambiar de idea. Seguidamente compartimos una Meantime Yakima Red charlando con Rubén (Cerveteca) y con Robert (este último casualmente es el mismo americano que nos encontramos en Drunk Monk días atrás…). Se trataba de una red ale, por lo visto de edición limitada, y muy fácil de tomar que nos hubiera gustado poder degustar con mayor sosiego pero entre que iba pasando el tiempo y las piernas pedían algo de asiento no pudo ser así. Tras cargar con dos Cantillon (Kriek y Rosée de Gambrinus) a sabiendas de antemano el meneo que les íbamos a pegar, proseguimos con la ruta.

La siguiente parada iba a ser la cervecería El Flabiol (Rambla del Brasil, 55). De antemano varios conocidos nos habían avisado que este referente con 29 años a las espaldas no merecía la pena ya que había bajado mucho el nivel en los últimos años. Pero como buenos amantes de la exploración birrera no lo pudimos evitar. Bastante alejado del centro se encontraba este minúsculo pero curioso local. Con tanta breweriana por todas partes (jarras, copas, infinidad de botellas monoblock, preciosos posters y carteles…) era difícil que nos disgustara.


Tras echarle un vistazo a las dos neveras (ya que no nos convenció Paulaner, su único barril) nos decidimos por una botella de El Flabiol 25 años (cerveza conmemorativa del local elaborada por Van Steenbergue) y una bière de garde francesa con etiqueta curiosa, La Choulette (cuyo peculiar y largo nombre mejor lo veis en la foto). Ambas correctas.


Independientemente de la variedad existente en el local (centrada en lo belga más común aunque con alguna otra cosa curiosa) la posibilidad de poder tomarse una cerveza rodeado de tanto "cachivache" es una experiencia que sin duda recomendaría a cualquiera que se pase por Barcelona. Además, dos conocidos nos comentaron que por lo visto nada más volver de Bélgica (país que Jordi Chamayou, el dueño, visita todos los años allá por agosto) las neveras toman otro color que ya quisieran otros locales. Será cuestión de comprobarlo…

Tras el Flabiol nos fuimos, recomendados por un buen amigo, a la siguiente parada, relativamente cercana a pie, la Cervecería Freiburg (C/ de l’occident, 12). No del todo fácil de encontrar y tampoco excesivamente grande, este local situado en l’Hospitalet (de Llobregat) nos dejó muy gratamente sorprendidos.


A ojo de buen cubero diría que tenían más de 200 cervezas, muchas americanas (Short’s Brewing, Great Divide, Dark Horse, Anchor, Flying Dog…), rodeadas de una excelente comparsa: Brew Dog, De Molen, Alvinne… y algunas curiosidades (la belga Smisje por ejemplo). Por si fuera poco el local hasta la bandera con lo que muy mal no podía ir la noche.


Como no había más sitio que la barra no nos importó sentarnos en ella y así de paso pudimos admirar todas las botellas expuestas en el “escaparate”. No lo pensamos ni un segundo y fuimos a por unas Smisje Dubbel IPA y Smisje Triple. Para comer nos dejamos recomendar con un par de bocadillos, ambos muy buenos, con lo que se cumplía la profecía que algún otro nos había contado sobre los bocadillos del Freiburg.

Con los ojos analíticos de coleccionista a mil por hora (bueno, algo menos por el alcohol…), y tras revisar una por una todas las botellas, nos decidimos por algo menos “experimental”. Así que pedimos una Great Divide Smoked Baltic Porter y una seasonal de Anchor, la Humming Ale. La primera nos gustó bastante pese a no ser tan ahumada como su nombre apuntaba y la segunda también nos sedujo por el equilibrado punto afrutado ligeramente marcado por los lúpulos.


Para finiquitar la noche nos decidimos por dos americanas más. Se trataba de dos botellas de Dark Horse Perkulator con etiquetas distintas aunque con idéntico contenido, según nuestra percepción. Según rezaba la botella se trataba de unas coffee doppelbock, pero os tengo que ser franco en que lo poco que recordamos de ellas (ya no estábamos para tomar muchos apuntes…) es algo así: “acafenada, cuerpo medio, entrada fácil” (menuda precisión y uso tan fino de tecnicismos, ¿eh? ;P).


Tanta cerveza y sobretodo algo de cansancio por los días anteriores nos llevó a tomar la decisión de dar por finalizada la ronda. Tras despedirnos de los atentos y receptivos camareros (alguno terminó uniéndose a nosotros con las Perkulator) nos fuimos a reposar al albergue.

En la próxima entrada (y será la cuarta) terminaremos la crónica del viaje con un 2x1 (viernes y sábado juntos).

11 may 2011

¡Ruzanúvol cumple 1 año!


Un poco justos de tiempo nos informan desde la Cervecería Ruzanúvol que mañana jueves día 12 se celebra el primer aniversario del local. Aunque el día real del cumpleaños fuese el 23 de abril, por cuestiones varias se pospuso y finalmente podremos festejar mañana dicho evento junto a Bárbara y Giovanni.

Según nos cuentan, y si todo va como está previsto, además de las habituales cervezas disponibles en botella y barril de los fabricantes artesanales italianos Birrificio Lambrate y Birrificio Italiano, quieren pinchar un barril de Bi-Weizen (una weizen de inspiración bávara) y otro de Vùdù (una cerveza de trigo oscura de estilo alemán que ganó la medalla de oro en el World Beer Cup de 2010 por delante de dos fabricantes teutones), ambas elaboraciones de Birrificio Italiano.

Además, por si no fuera suficiente con las cervezas, pondrán un buffet libre con sus mejores productos italianos para degustar. Otra razón más para no perdérnoslo.

Si queríais una buena excusa para un jueves por la tarde, ya la tenéis. A partir de las 19h. allí nos veremos (esperemos que sin tener que hacer cola ;P).

Cervecería Ruzanúvol.
c/ Luis Santangel, 3.
Valencia.

8 may 2011

La cultura cervecera del jamón y cómo creamos escuela.

Antes de proseguir con las andanzas por los locales cerveceros de Barcelona quería publicar una entrada sobre un tema que discutimos intensa y apasionadamente en 2d2dspuma (no llegamos a lanzarnos jarras a la cabeza, no seáis mal pensados…). Se trata de si en la península ibérica hay o no cultura cervecera, y aunque este sea un tema espinoso, polémico o incluso puede que cansino para muchos, me apetece dar mi humilde opinión de forma abierta. Así que aquellos un tanto alérgicos a leer más de un párrafo seguido mejor no sigáis porque os puede dar algo.

Sin tapujos, vayamos directos al grano: ¿qué es o qué se puede considerar como cultura cervecera? Pues aunque alguno piense, “menuda forma de empezar”, yo sinceramente no me atrevo a dar una definición tajante ya que podríamos estar incluyendo tantos y tantos puntos que probablemente no terminaríamos nunca. Que si historia de la cerveza; variedades de maltas, lúpulos o levaduras; procesos y factores determinantes en la elaboración; temperaturas de servicio adecuadas; estilos y pseudo-estilos de cerveza; costumbres y hábitos de consumo; coleccionismo; catas; presentaciones; cocina; etc., etc., etc. Todo esto, además de otras muchísimas cosas son cultura cervecera, ¿estamos de acuerdo, no?

Pero antes de antes de sacar conclusiones mejor vayamos poco a poco avanzando mediante algunos ejemplos.

Fijémonos, por ejemplo, en esas preciosas (y adictivas) florecillas llamadas lúpulos. Trasladémonos a Bélgica, país del que nadie dudaría que tenga una cultura claramente cervecera. Entramos en un local no muy turístico (por aquello de no tomar la opinión del turista sugestionado y rendido a tanta fascinación) en el que por tanto se prodigue la gente local tomando cerveza de su región. Elegimos al azar 5 personas y les pedimos que nos mencionen todas las variedades de lúpulo que se les ocurran. Ahora nos vamos a USA y hacemos la misma experiencia. Lógicamente, como no he hecho la prueba no puedo dar resultados fehacientes, aunque una leve intuición me dice que probablemente en USA salieran mejores resultados. Por lo tanto, siendo taxativos y sin tener otra información al respecto ¿podríamos pensar que en USA tienen mayor cultura cervecera? Es evidente que no, que simplemente conocen (o les suenan) más los lúpulos por una u otra razón.

Ahora vámonos a la Rep. Checa, país con clara tradición por las cervezas de baja fermentación. Nos paseamos local por local y comprobamos que la inmensa mayoría de la gente toma cerveza de baja fermentación. Hasta aquí nada insólito. Para el que no lo sepa, la Rep. Checa es el mayor consumidor de cerveza del mundo y existe un turismo cervecero notable al respecto. Siendo esta última afirmación algo que nadie cuestiona, ¿se trata de la Rep. Checa un país inculto en lo que respecta a cerveza por tener un consumo irrisorio de la otra parte de la manzana, es decir, de las cervezas de fermentación alta y no digo ya de cervezas espontáneas? No me contestéis aún. Sigamos indagando.

Vayamos a otro país que comparte frontera con el anterior, Alemania. Creo que nadie en su sano juicio, independientemente de que desconozca el significado y origen de la palabra “lager” o eso que suena casi como un insulto, la famosa “reinheitsgebot”, se atrevería a decir que Alemania es un país no cervecero. Incluso si no conocen de éste más que de oídas la célebre Oktoberfest. Si pensamos en esta última estoy bastante seguro (repito, no tengo datos palpables, que esto tampoco pretende crear jurisprudencia…) de que la mayoría de la gente al oír Oktoberfest lo primero que le viene a la cabeza es un montón de regordetes y rojizos borrachines rodeados de exuberantes bávaras con brazos tan anchos como troncos y todos juntos cantando y bebiendo sin parar litros cual pozo sin fondo. ¿Es entonces poco culto cerveceramente un país cuya mayor proyección cervecera internacional es esta bacanal de la ebriedad?

Pero quedémonos más cerca y dejemos la cerveza por un segundo. ¿Como se conoce internacionalmente a la piel de toro? Sin querer despreciar a todo lo demás por no mención, estaremos de acuerdo, aunque nos irrite en sobremanera (al menos a mí si lo hace), en que “paella”, “jamón”, y “tortilla” son tres términos bastante comunes en cualquier encuesta al respecto hecha a turistas extranjeros. Por lo tanto se nos presupone que cultura del jamón tenemos, ¿no? Pues no son pocos los conocidos y amigos míos que no saben distinguir entre jamón de recebo, bellota o jamón serrano, y aunque no estéis del todo de acuerdo, no considero que sean unos incultos por ello. Pero es que incluso un servidor puede que frente a un seductor plato repleto de jamón probablemente tampoco pudiera afirmar a ciencia cierta, de cual de estos tipos se tratara.

Pero paciencia que no pierdo el hilo. ¿Hacia dónde voy? Pues a que del mismo modo que normalmente no se nos suele considerar incultos en cuanto a jamón pese a no sabernos todas las denominaciones de origen, tipos de jamón existentes, razas de cerdos, o el clima y terruño adecuados para su producción, por citar algo, tampoco creo que sea inculto ese grupo de gente que va a tomarse su par de cañas diarias sean de la macrocervecera que sea. Y ojo, no discuto que la cerveza normalmente disponible de barril o de botella sea mejor o peor, ya que creo que aquí, con puntualizaciones, estamos todos más o menos de acuerdo. Lo que yo creo es que no es más culta una sociedad por tomarse un millón de triples belgas, weißbiers alemanas o cask ales inglesas, que otra sociedad (ésta por ejemplo) en la que la cerveza más consumida es mayoritariamente esa “premium lager” conocida popularmente como “rubia, transparente y servida bien fresquita”. Son cosas que no tienen nada que ver, o al menos yo lo veo así.

Una marca que muchos valencianos mantenemos en el recuerdo (aunque un servidor llegó un poco tarde a esto de la cerveza) es El Turia, una cerveza bastante denostada en sus últimos años de vida pero, ¡qué narices!, también tuvo sus múltiples variedades más allá de la típica rubia… Ahora mismo me vienen al recuerdo Stark, Gold, Pils, Export o esa deliciosa Märzen, entre otras… Y lo mismo podría decir de otras fábricas cerveceras que poco a poco han ido reduciendo el número de variedades e igualando entre ellos sus productos hasta llegar a la situación actual en la que ofrecen todos un mismo estándar de color rubio claro y sobretodo, no lo olvidemos, “servido muy, muy fresquito”. Independientemente de esto, no lo olvidemos, la gente no lo toma porque le obliguen, ya que hasta donde creo saber, disfrutan bastante de ella. ¿Que no es la mejor cerveza del mundo? Repito, creo que eso no tiene nada que ver con hablar de cultura o incultura de la cerveza.

Otra muestra. En un país vinícola como este, en el que el caldo de uva goza de un enorme respeto y devoción que ya quisiéramos para la cerveza, en el que hay más de 80 denominaciones de origen y no quiero fijarme en la cantidad de vinos de la tierra, ¿hay o no hay cultura del vino? Hagamos la misma experiencia que con los lúpulos anteriores pero ahora con el vino. ¿Alguno me podría decir a bote pronto más de 5 variedades de uva negra y otras tantas de blanca usadas en vinos españoles? ¿Y más de 10 denominaciones de origen? Seguro que algunos hay, pero por desgracia, con el tiempo, vengo comprobando que esto no es la norma y aún así nadie se atrevería a decir que hay incultura con respecto al vino.

Pero volvamos a la cerveza. Independientemente de que sea más o menos rica y/o lleve cientos de años detrás, en Bélgica, Alemania, Reino Unido, Rep. Checa, USA y tantísimos otros países, nadie duda que tengan una cultura cervecera. ¿Y aquí? ¿La mayoría de la gente las prefiere rubias y cuanto más frías mejores? Pues si, por desgracia no son pocos los bares en los que te la sirven con la jarra recién sacada del congelador, ni son pocas las marcas que compiten por ver quien la tiene más y más fría (¿os suena “glacial”?). E incluso navegando por Facebook me he topado con la página de un grupo de “amigos de compartir una Voll-Damm muy fría” http://www.facebook.com/group.php?gid=80400965080  lo cual, con todos los respetos, vaya esto siempre por delante, me parece increíble. Pues independientemente de los gustos de cada uno, con los que no me meto, mientras los que mueven más hilos se preocupen en vender la más fría o darnos con esa otra tan manida frase de “es que es lo que le gusta a la gente”, mal vamos, pero no por ello deja de ser cultura.

Pero tranquilos, que hay para todos, no únicamente para los grandes. Para mí, además de un gran desconocimiento del que difícilmente podría acusar a alguien en concreto, también, y más importante aún según mi opinión, es que hay un problema gigantesco de conformismo por parte del consumidor ante lo que nos ofrecen (cosa que por desgracia también ocurre con otras muchas cosas de la vida en este país) y es que no exigimos suficiente calidad. Nos quejamos, y mucho, si, pero que levante la mano aquel que hace algo por cambiar esto (por suerte entre los que puedan leer esto los hay, ya que ya sea escribiendo sobre el tema, llevando una cervecería o una fábrica de elaboración, o teniendo un negocio de distribución, por poner algunos ejemplos, no es poco el trabajo al respecto). Pero vuelven a ser excepciones dada la gran mayoría que no hace nada.

En los últimos años parece que la cerveza vuelve a recuperar un nombre (quede esto claro, “vuelve” y “recuperar”, ya que, aunque salvando las distancias, la cerveza ha pasado por mejores y peores momentos pero siempre ha tenido su prestigio). De todo esto también espero y deseo que no sea una moda pasajera. Ya que si nos ponemos algo puntillosos, ¿qué nos ofrecen las artesanas a un precio relativamente tan alto? ¿Alguien aseguraría que la mayor parte de las artesanas que ha tomado le han gustado lo suficiente como para volverlas a comprar todas ellas de nuevo? ¿Es un problema de lo que nos ofrecen o de que lo queramos comprar? Reconozco que soy el primero que ha ido soltando euros con especial facilidad por probar casi todas las artesanas que me ofrecían, pero sin que sirva de excusa, hasta hace poco lo hacía pensando que toda esta inercia de presentaciones de nuevas cervezas y demás, algún día implicaría que los fallos cambiarían más pronto que tarde.

Pero volviendo al tema central, si la cultura cervecera que según algunos no existe viene de sentirnos más guays por tener 50 o más microcervecerías distribuidas por todos y cada uno de nuestros rincones de la geografía y en conformamos con venderlas sin un mínimo de calidad y ya tenemos todo hecho, me temo que mal vamos. En mi opinión, y vuelvo a lo mismo, la cultura cervecera existe y existía antes de esta vorágine, será diferente a otros países, puede que ahora haya más de 15 lúpulos y maltas distintas utilizadas, que se imiten y reinterpreten estilos de otros países, pero independientemente de esto la cultura cervecera aquí existe y ha existido desde hace muchos años, nos guste o no reconocerlo.

Y para terminar, y que no parezca que esto se trata de un arrebato pesimista en contra del mundo, es verdad que no todo es negro. Hemos avanzado mucho últimamente en bastantes aspectos, la gente cada vez pregunta más o se interesa como probablemente no lo hacía antes, y esto es muy positivo. Pero teniendo esto en cuenta quizás estaría bien fijarnos en una reflexión que un amigo de una cervecería una vez nos hizo: “Es que lo que habláis en eso de los blogs no llega a la gente. Es muy técnico”. Y por el contrario para otros es al revés (recuerdo una reseña de una cerveza que alguien criticó en este mismo espacio por “demasiado simple”). ¿Qué es entonces lo que ocurre? ¿Estamos en la sociedad de la información o de la desinformación? ¿La gente verdaderamente se entera? ¿No se pierde ante tan vasto conocimiento? Así que cada uno (un servidor el primero) asuma su parte de culpa y no nos quedemos únicamente quejándonos en que lo que hay es lo que hay y diciendo que “es que este país no tiene una cultura cervecera”, que repito, la hay y la ha habido desde hace muchos años.

P.D.: Si alguien consigue leer entero todo el texto, que de señales de vida aunque sea levantando la mano ;P.