Tras unos días de sosiego cervecil para así retomar el fuelle perdido con el achuchón etílico vivido en Mataró y Barcelona, vamos con las prometidas reseñas del viaje.
La primera parada, el martes, sería en The Drunk Monk, situado en Mataró. Habíamos escuchado y sobretodo leído mucho sobre esta cervecería, casi siempre sobre la cantidad y calidad de sus referencias.
Salimos por la mañana de Llombai (a unos 20 minutos al suroeste de Valencia) con la idea de llegar cuanto antes a nuestro destino. Había mucho que ver pero sobretodo que degustar, aunque por desgracia únicamente disponíamos de un único día para disfrutar. Tras unos 420 Km. de carretera, que con tantas ganas se nos hicieron muy cortos, llegamos a Mataró. Tras descargar los bártulos en el hotel y hacer una comida rápida nos dirigimos hacia la cervecería, que no abría hasta las 18h.
Medio escondida entre la avenida Europa y un parque colindante, por fin nos topamos con este tan ansiado edén. La primera impresión fue inmejorable. Por dentro, el local no era ni grande ni pequeño (pues menuda descripción, pensaréis…), y estaba decorado con mucha madera. En las paredes, a parte de falsas ventanas que daban un curioso aspecto de abadía, tenían rebosante breweriana: posters y carteles varios, rarezas en botella, algunas de las cuales ya quisiéramos para nuestra colección, alguna bandera belga… en conjunto creando una atmósfera especial que nos hizo sentir como si estuviéramos en un local de Flandes (norte de Bélgica). En la barra, Sven Bosch, el propietario belga afincado en Mataró desde hace años, nos atendió con un singular pero impecable acento catalán. Primero queríamos probar algo de barril, y entre las americanas Anchor Porter y Flying Dog Old Scratch, las belgas Chimay Tripel y Maes, y la cerveza de la casa, Drunk Monk Deu, elaborada por Ca l’Arenys y que conmemoraba el 10º aniversario, nos decidimos por una pinta de Flying Dog y otra de la cerveza del local. La primera, una amber lager, muchos ya la conoceréis, así que nada. En cuanto a la Drunk Monk Deu (diez), se trataba de una IPA con 70 IBU, pero era muy suave y en ella destacaba un punto de lúpulo muy refrescante.
Después nos fuimos a la pertinente “inspección” de las neveras, con la que casi nos caemos de espaldas. Imaginar 5 neveras grandes repletas de joyas y otras 4 pequeñas (creo recordar) por encima, cada una con la temperatura diferente y adecuada para las cervezas que contenían. Por si no fuera poco, lo que nos dejó totalmente pasmados fue encontrar otra nevera a parte en la que únicamente habían cervezas espontáneas: Cantillon, 3 Fonteinen, Hanssens, Girardin y demás perlas “salvajes”. Así que como podréis imaginar, solamente por esto nunca antes habíamos visto un local similar, por cantidad y por la calidad de rarezas y ediciones especiales.
De entre todas, previniendo que íbamos a calentar silla toda la tarde, elegimos para empezar dos triples belgas atraídos más que nada por sus etiquetas: Zonderik Tripel y Bienvenue de Montaigu. La segunda muy correcta pero la primera será difícil de olvidar ya que hacía tiempo que una triple belga no nos sorprendía tan positivamente.
Para ir cargando la panza y así contrarestar el alcohol, pedimos una tabla (enorme sea dicho de paso) con cuatro quesos belgas de entre los doce que tenían para elegir (en este enlace los podéis ver, aunque los van variando). Nos decantamos por los más suaves en un principio: Passendale classic, Maredsous tradition, Brugge classic y Val-Dieu Casse-crôute.
Una vez las copas se empezaron a quedar un poco tristes, Sven se acercó junto con un amigo americano, Robert, que también hablaba un inmaculado catalán, y con ellos compartimos una botella de 75cl de Alvinne Alvino en barrica de borgoña (una espontánea con uvas añadidas y añejada en barrica de vino). ¡Qué barbaridad de cerveza! Me pongo a llorar solo de pensar en ella.
A continuación nos dejamos aconsejar para elegir alguna espontánea (Sven nos recomendó alguna de la afamada casa Hanssens, pero no nos pudimos resistir a tomar alguna Cantillon). La elegida fue Cantillon Mamouche, elaborada con flores de saúco. Al igual que con la anterior, no puedo ser imparcial al hablar de este tipo de cervezas, ya que las espontáneas son nuestra perdición. Entre el toque de madera y la sequedad en boca predominaba un deje muy floral. Solamente os digo que Rosana, con lo dura que suele ser siempre para dar notas a las cervezas, pensó en hacer una visita a Cantillon expresamente para probarla in situ. No digo más…
A continuación Sven, con total confianza, sacó una Budels Zware Dobber (que no nos dijo demasiado) y una Emelisse Barley wine (algo mejor pero un tanto decepcionante con la fama que atesoran otras elaboraciones de esta fábrica artesanal holandesa). Sven aún no las había probado y tuvo el detalle de invitarnos a estas dos (y como veríamos después en la factura, a algunas otras más).
Las últimas que íbamos a compartir con ellos dos, fueron una Struise Mikkeller (que ya no se elabora), que Sven la tenía añejando en bodega un par de años y la versión actual de la misma (con 163 IBUs en lugar de los anteriores 130), Struise Elliot Brew. La actual nos gustó bastante pero es que la versión añejada me dio un escalofrío que aún me recorre el cuerpo. Una doble IPA escandalosamente sabrosa y muy redonda, sin ninguna nota disonante pese a la cantidad de lúpulo, pero es que estaba domado impresionantemente bien por un fondo malteado exquisito. Una de las mejores IPAs que he probado nunca (y sabéis de nuestra afición a las florecillas verdes…).
Después de despedirnos de Sven y Robert, que se tenían que marchar, nos dimos cuenta que “aún” eran las 9 de la noche. Con el cuerpo ya entonado, pero con la consciencia del coleccionista aún despierta, pedimos otras dos cervezas y otra tabla de quesos, esta vez más especiales: Hervé Grand Maître, Chimay à la bière, Remoudou y Hervé Picant, de un nivel sublime los cuatro. La primera cerveza fue una Chimay Capsule Dorée añejada desde 2008, que no habíamos visto nunca y pese a ser un fanático de Chimay (concretamente de la versión azul) nos dejó un tanto despagados (dichosa y excesiva sugestión…). También pedimos una Millevertus Saxy Chilli, especiada, un punto ahumada pero nada extrema pese a los chiles. Esta si nos gustó y mucho.
La Chimay Capsule Dorée (arriba) y los quesos de la segunda tabla (abajo)
Después de esta ronda el cuerpo ya no estaba para muchos trotes y sintiéndolo mucho por la cantidad de joyas que se nos iban a quedar en el tintero (rarezas de De Molen como la versión 666 de su Hel & Verdoemenis, Ignis & Flamma de Struise, Nogne Dark Horizon, una larguísima lista de vintages…), decidimos terminar con dos cervezas que ignorantes de nosotros pensábamos que ya no se podían conseguir (os hablamos de ello en este mismo blog, en la entrada de Smisje y Salty Dog). Pedimos Smisje Catherine, una rica imperial stout, y Smisje Speciaal, de la que por puro desconocimiento no esperábamos mucho y terminó siendo una sorpresa mayúscula (mucha fruta, dulzona y muy especiada).
Tras pedir para llevar la cerveza del local en botella de 75cl, como no, llegó la hora de pagar. Pero aquí antes quisiera hacer un inciso. Algunos conocidos nos habían hablado de que si los precios en este local eran un poco elevados pero siendo francos (y que no suene pretencioso ni soberbio), esto tampoco nos importaba mucho. Y me explico. Si hay gente a la que no le importa pagar 60€ por un concierto o pagar 90€ por una entrada de un partido de Champions, o yo que se, por escaparse unos días a un hotelito con spa en medio de la montaña, ¿como se puede considerar caro pagar incluso menos que esto por estar desde las 6 de la tarde hasta las 11 de la noche bebiendo rarezas, compartiendo un momento irrepetible con Sven y disfrutando como auténticos niños? Está claro que para gustos colores y cada uno se gasta la pasta como le viene en gana, pero desde luego si viviéramos al lado nosotros no nos lo pensaríamos un segundo en ir tantas veces como pudiéramos.
Y conste que he de reconocer que la impresión final fue bastante distinta a la que teníamos antes de visitarlo. Pensábamos que era muy extraño que con esos supuestos precios altos tuviera tanto nombre y que lo visitara gente venida de todos los puntos de la península y por lo visto también desde Bélgica, Holanda e incluso USA. O la gente estaba forrada o las neuronas no les funcionaban muy bien. Pero después de conocer a Sven, un tipo con los pies bien puestos en el suelo y que todo esto no se le ha subido lo más mínimo a la cabeza (cosa que por otro lado no sería nada raro), que te habla con total naturalidad y te da palmadas en la espalda mientras se ríe contigo como si te conociera de toda la vida mientras compartís cervezas… Y que decir de las dos camareras, que controlan más de cerveza que mucha gente que va de entendida, o del ambiente inmejorable, a reventar de gente un martes entre semana, sonando buena música de fondo (guns & roses, scorpions, entre otros…). Sinceramente con todo esto y mucho más, ahora entiendo toda esa fama y la comparto al 100%.
Y os preguntareis, ¿no tiene nada de malo? Pues claro que si, faltaría más. Se me ocurren dos cosas así a bote pronto. La primera es que una vez que empiezas no puedes parar (el nombre del local, Drunk Monk = monje borracho, ya te anticipa como vas a terminar). Y lo segundo y quizás más importante, que es una pena no tener un Drunk Monk debajo de casa.
Sven, un placer compartir mesa, charla y cervezas contigo. Esperamos volverte a ver muy pronto.
Joder, me has dejado salivando, al leer la cantidad de cervezas que pudisteis probar. Algunas verdaderamente joyas difíciles de encontrar. Todo un señor local, del que por cierto, me gusta tanto el nombre como el logo. Lástima que me pille tan a desmano. Quizás en una visita que haga a unos amigos de Barcelona, una vez allí les convenza para ir y así también lo conocen ellos, y pasamos una tarde tan fantástica como la vuestra. Salu2 lupuleros.
ResponderEliminarimpresonante que envidia me dais
ResponderEliminarah por cierto, a ver si hablamos y me sigues comentando
ResponderEliminarUn abrazo
JAB, si de salivar hablamos, cada vez que vuelvo a ver las fotos de los quesos imagínate como me pongo... Y joyas cerveceras, un carro... Mira que hay locales con algunas cervezas raras pero en este la cantidad y calidad es increíble. Si no me quedara tan lejos a mi también...
ResponderEliminarAlberto, pues esa envidia ya sabes como se quita... tomando buena birra, jejeje!!! Y cuando quieras seguimos con la charla.
Mientras leía el post estaba recordando paso por paso nuestro paso por este "edén", y la verdad es que aunque parezca una locura ir a visitar una cervecería a 500 kms de tu casa (Mucha gente de nuestro entorno todavía mira para otro lado cuando contamos nuestra aventura en Mataró...), lo volvería a hacer encantado (de hecho, creo que lo volveremos a hacer algun día...)
ResponderEliminarLo negativo es la castaña que te arreas. Lo demás, perfecto
ResponderEliminarno me parece caro siendo un bar y tantas rarezas como pedisteis
ResponderEliminarIker, tu no me conocías aún, pero yo a tí si te leía el blog y aunque te parezca increíble descubrí varios locales que ahora son muy conocidos en aquellos posts que dedicaste a Barcelona y alrededores. Sobre lo de hacerte 500km, no puedo estar más de acuerdo (nosotros hacemos siempre igual y lo que menos me importa es la gasolina o el cansancio siempre que encontremos alguna cerveza que disfrutar). A ver si vamos pronto a tu local, que ya va siendo hora...
ResponderEliminarTxolo, una castaña, pero de las gordas...
Alberto, de caro nada, yo pienso también igual. Muchas cervezas valen lo que son, puras rarezas. Si lo que quieres es una triple belga al uso, o una weiss corriente, que a mi por ejemplo me gustan mucho, tienes otros sitios con los que si podríamos discutir de precios pero este no es el caso. Lo que quieres es que te sorprendan y al menos nosotros pagamos sin importarnos un pimiento, pero es que además no esperábamos gastarnos tan poco...
ResponderEliminarJeje, me alegro de que tanto apunte le sirviera a alguien para algo!!! Espero ansioso los próximos posts, para ver el recorrido que hicisteis, y de paso, a ver si hicisteis algun descubrimiento nuevo.
ResponderEliminarPor cierto, en nuestra cervecería estamos empezando a meter cositas especiales, así que, espero que cuando vengáis por aquí os llevéis alguna grata sorpresa
ResponderEliminarIker, pues varios de los locales son compartidos... Y descubrimiento, no se si será pero alguna cosita hay por ahí...jeje!
ResponderEliminarSobre tu cervecería, avisa y a lo mejor adelantamos la visita ;P
Donde esta tu cervecería, Iker?
ResponderEliminarTremendo Pau!!!! Impresionante... aún recuerdo tu llamada... la envidia que me diste... oía de fondo al monje borracho que me llamaba.... Ven, ven con Pau y Sven.... Pero al final me resisití.... Volveré!!
ResponderEliminarAlberto, tomo el relevo de Iker para contestarte. La cervecería de Iker es el Manneken Beer y está en Pamplona (C/ Iñigo Arista, 9).
ResponderEliminarTxema, pues si quieres la verdad ya ni me acuerdo de lo que hablamos, jajaja!!!! En ese momento estaba sonando el "Sweet child of mine" y teníamos alguno de los copones entre manos... Ya te enseñaré una libreta con la que Rosana se partía de nosotros dos... Sobre volver, avisa que igual me infiltro aunque sea debajo del capó...jeje!
Ok Pau, ya iremos avisando de lo que metamos, ya que ahora andamos con unas Brewdog y De Molen, con la I Hardcore You y alguna perlita más, pero esto va a ir in crescendo seguro!!!
ResponderEliminarIker, eso si que es una buena cerveza, la I Hardcore you. Me encanta y de hecho la pienso poner entre las joyas del mes de mayo. Seguimos en contacto.
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