Continuamos el viaje con la tarde del segundo día, tras el éxtasis vivido en Brasserie Cantillon. Como ya comentamos en la entrada anterior, la visita a la fábrica se alargó más de lo esperado. Se nos habían hecho las 16.15h., aún no habíamos comido nada a parte de la sopa en Poechenellekelder a media mañana, y teníamos que dejar Bruselas, devorar casi dos horas de carretera y llegar a Watou. Así que sin más remedio hubo que hacer un cambio de última hora y dejamos el plan previsto de Amberes y su Kulminator para otro día.
Pasadas las seis y media llegamos a Watou, previa pausa para comer en el único sitio abierto y medio decente que vimos por el camino. Esta población se encuentra enclavada en el oeste de Flandes, a menos de un quilómetro de la frontera con Francia, y junto a su vecino Poperinge, situado a unos 6 km, es conocido por el cultivo del lúpulo. De hecho esta región por lo visto nutre el 80% de la demanda de lúpulo en Bélgica.
Desde Watou tomamos un estrecho camino local rodeado de interminables campos de cultivo, y por fin llegamos a nuestro alojamiento, Sint Bernardus Brouwerhuis, la casa de huéspedes de la cervecera St. Bernardus.
A esta morada y a su completísimo almuerzo le teníamos muchísimas ganas por las fotos previas que nos habían enseñado Gabriel y Marya. Una preciosa casa rebosante de vegetación por las paredes, techo y jardín; un fantástico salón-comedor con chimenea y una estantería repleta de libros (varios de ellos sobre cerveza); unas neveritas hasta arriba de cervezas St. Bernardus totalmente gratuitas; la fábrica de cerveza a un lado… Literalmente como si hubiéramos entrado en un sueño de los que uno no quiere despertar.
En la foto de arriba, dos de las tres neveritas repletas con cerveza St. Bernardus (si afináis la vista podréis ver unas curiosas cajas de madera debajo de las neveritas).
Mirad qué botellitas nos encontramos en el salón, con la etiqueta repleta de numerosas referencias a cuando St. Bernardus elaboraba las cervezas ahora tan codiciadas de Westvleteren (S. Sixtus). Una tentación demasiado grande para un coleccionista…
Tras quedar totalmente maravillados con la casa, salimos a dar un corto paseo por los alrededores y nos encontramos con el almacén de la fábrica repleto de cientos de palets, y pegada a éste unos campos de lúpulo listos para su cosecha, rebosantes de colgantes florecillas verdes. Os podéis imaginar la alegría…
En la foto de arriba, la entrada al almacén de S. Bernardus. Abajo, el campo de lúpulos anexo a la fábrica.
De nuevo en la casa, conocimos a Jackie, la encantadora mujer encargada de la morada, y nos sacamos de la nevera unas magníficas Grottenbier y una Watou Tripel (esta última aún no la conocíamos), y tras un breve descanso nos fuimos de nuevo a Watou para cenar.
Arriba, la Watou Tripel, elaborada por St. Bernardus.
Llegamos a la plaza del pueblo, con la iglesia a un lado, y nos encontramos dos opciones muy interesantes para cenar: el famoso ‘t Hommelhof, un restaurante de precios algo elevados pero con una carta repleta de numerosos platos cocinados con cerveza, y el Het Ovenhuis, con menos nombre pero unos precios más ajustados, razón por la que nos quedamos con este segundo.
Dentro de unos sobrios exteriores de ladrillo granate nos encontramos con un bar de estilo rústico, con muchas fotos colgadas de la pared y unas preciosas vigas de madera surcadas por numerosas plantas de lúpulo fresco colgando de ellas. ¡Maravilloso!
En cuanto a cerveza, poseían 5 barriles: S. Bernardus Tripel y S. Bernardus Wit, Van Eecke Poperings Hommelbier, otra cerveza de Van Eecke en este caso elaborada especialmente para el bar, la Ovenhuisbier y la omnipresente Stella Artois.
Pedimos una ensalada que una vez en la mesa resultó ser bastante llamativa por unos enormes trozos de pizza rebozados por encima (tal cual...), y además, unos buenos platos de paté casero acompañados con ensalada y pan tipo “mollete” andaluz. Para beber, dos Poperings Hommelbier (muy herbal, cítrica y un toque amargo bastante marcado, ¡me encanta!) y dos Ovenhuisbier (tostada, acaramelada sin empalagar, un punto especiada).
En la foto de arriba Ovenhuisbier y Poperings Hommelbier.
Tras esta cena relativamente ligerita, nos fuimos a darnos la última ronda del día en el Café de La Paix, local situado en plena plaza del mercado de Poperinge.
Se trataba de un bar ubicado en los bajos de un hotel, sencillito, también con pocos barriles (más concretamente 6: Hommelbier, S. Bernardus Tripel, Hoegaarden, Lindemans Kriek, S. Artois y Leffe blonde) y una carta en botella no muy extensa, pero aún así conseguimos “cazar” alguna que otra “rareza”. Pedimos Boon Oude Gueuze A l’Ancienne 2009 (extrañamente subida de carbonatación, dulzona y carente de las notas típicas de una Gueuze… o el paladar de todos falló o hubo algún problema con la botella), Saison Dupont Biologique (suave y algo afrutada), De Ranke Guldenberg (nunca falla, mucho lúpulo sobre un fondo muy afrutado y de maltas dulzonas) y otra tanda de Hommelbier de barril (había que aprovechar estando en la zona de su producción…).
Aquí arriba, De Ranke Guldenberg y Boon Oude Gueuze. Abajo la etiqueta de la Poperings Hommelbier, con los campos de lúpulo y la silueta del pueblo (la etiqueta, sacada de su web). Más abajo una placa metálica que se podía encontrar por el suelo de muchas calles de Poperinge.
Tras ésta ronda nos fuimos para la casa, donde nos dimos un pequeño festival rellenando una copa gigantesca con 3 botellas de de St. Bernardus Abt 12. ¿Qué os voy a decir de ella? Precioso color, sedosa en boca, mucho caramelo, ciruelas y pasas, el inconfundible toque especiado belga, cálida, corpulenta y muy sabrosa. Ideal como copa e inmejorable como ingrediente para casi cualquier guiso de carne.
Arriba tenéis el copón, aunque he de reconocer que la foto queda algo desmerecida por la aparente poca cerveza. Imaginar lo que cabe dentro del cáliz si tiene este aspecto con prácticamente un litro de cerveza…
Y así, con unos 10,5º nada despreciables nos fuimos a descansar bien entonados y rodeados de campos de lúpulo. El día siguiente iba a ser mucho más intenso: visitas a varias fábricas, llegada a Brujas y mucha, mucha cerveza… Qué vida más dura la del viajero, ¿verdad? ;P
Aghhh...para yaaa!!!
ResponderEliminarXDXD....que envidia, me vais a matarrr jajajaja!!!!!!!
Enric, jejeje! Pues si te pones así en el día más light... Por tu bien tómate algo para las próximas entradas... Saludos!
ResponderEliminarSi, és verdad que la vida del viajero és dura!!!
ResponderEliminarLamentable que
todas las vidas que no son de la misma manera!!!
Saludo!
Jean Claudi.
Jean, si, eso que dices nos pasa a todos cuando vemos los viajecitos que disfrutan los demás, pero más tarde o más pronto siempre nos llega la hora de disfrutar a nosotros también... jeje!
ResponderEliminarSaludos!!
Es que me quedo con la boca abierta leyendo estas últimas entradas tuyas. Y en esta concretamente tocas una de mis debilidades. St. Bernardus es probablemente mi cervecera belga favorita, y eso que es difícil elegir entre tantas maravillas que tiene aquel país. Reitero mi enhorabuena, por el buen trabajo de documentación, tanto fotográfico como de información, que has hecho de vuestro viaje por tierras belgas.
ResponderEliminarSalu2!
Nada hombre,,, sigue arruinándome la existencia..... Menudo copón!!!!! Ja ja ja!!!
ResponderEliminarJAB, hombre tampoco es para tanto, pero se agradece el piropo... ;P. Sobre St. Bernardus, por si las cervezas no fueran suficientes imagínate dormir al lado de la fábrica, rodeado de campos de lúpulos... Aún hace más especial las cervezas!
ResponderEliminarTxema, pues si te fijas, el copón de St. Bernardus además es una edición limitada para el Tour de Francia. Como lo tuyo son todos los coleccionismos... jaja!
Vaya que si llego a ir yo a St Bernardus, no queda ni copón ni nada... Otro 'souvenir' a la saca!!!
ResponderEliminarJoer, lo de St Bernardus suena paradisiaco, vaya tela!
ResponderEliminarTxema, más que a la saca, al sacón, que era enorme...
ResponderEliminarAntonio, tu lo has dicho, y porque no he colgado algunas fotos de los interiores... Invierno, chimenea y una St. Bernardus 12 en la mano... Inmejorable!
No sé con qué detalle me quedo más de todo el post... ¿la placa dorada de lúpulo en el suelo? ¿las neveras? ¿los campos de lúpulo? Bufff... Creo aún así que el copón se lleva el primer premio :-).
ResponderEliminarBirraire, es que el copón es mucho copón, jeje! Sin duda y por ponerlo todo junto, lo mejor hubiera sido tomarnos una de las cervecitas de la nevera dentro del copón en medio de los campos de lúpulo. Así mejor??? Jejeje!!
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