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23 ago 2012

Bretaña francesa. (III). Côtes d’Armor.


Tras unos días por Ille-et-Vilaine, llegó el turno de ir hacia el oeste, concretamente a Côtes d’Armor, donde entre otras muchas cosas se aloja la famosa costa del granito rosa. Pero sin dejar el mar y sus acantilados de lado nos sumergimos en un plan más cervecero si cabe que en el departamento anterior.


Sin conocer nada de ella, la primera referencia que visitamos podría haber sido el blanco perfecto de ese refrán que afirma aquello de que quien mucho abarca poco aprieta.


Y es que alojar en un mismo sitio la producción de sidra de manzana, perada, cerveza, vinagre, hidromiel… entre otros productos apunta en esa dirección. Pero si nos desplazamos de la ruta hasta St. Cast Le Guildo para visitar La Ferme des Landes, fue precisamente por las referencias que ésta lleva a sus espaldas. Sin duda alguna de aquí salió el mejor hidromiel que probamos en toda Bretaña (elaboran 3 distintos), pero es que sus sidras (más las secas que las dulces) les quitaron un buen sitio del maletero a posibles futuras compras de cerveza. Con eso digo todo. En cuanto a la cerveza que embotellan bajo el nombre de Brasserie des Diaouligs, no las pudimos probar in situ pero compramos una caja para casa y espero poderos dar alguna buena nueva muy pronto al respecto.


Arriba algunas de las cosillas que nos llevamos. Abajo, los interiores, rústicos pero de verdad…



La segunda parada cervecera de la región fue una microcervecera que abrió sus puertas hace casi un año, en septiembre de 2011.


Como bien apunta el logo de la foto anterior, hablo de la Brasserie Guernouillette, una pequeñísima micro que se aloja en el garaje trasero de la casa de Franck y Florence, los capitanes de la nave. Franck, quien en su día trabajó durante muchos años como cocinero, es un enamorado de las especias vengan de donde vengan y por ello no duda en experimentar con ellas en sus cervezas. Nos encantó su trato cercano pero más aún la pasión y el amor que profesaba a todas esas especias.

Arriba Franck enseñándonos una curiosísima galanga y varias pimientas.

En su portafolio cuenta con 10 elaboraciones, 7 de las cuales en botella, que van desde las clásicas Blonde, Brune o Ambrée, hasta una american IPA con azafrán, una barleywine con 11 especias distintas o una imperial stout. Ahí es nada.

 Sobre estas líneas, las botellas con un divertido diseño.

Por aquello del conducir no probamos más que una blonde de barril muy bien hecha (suavemente especiada y cítrica, sin estridencias) así como un proyecto de imperial stout bastante avanzado, pero aún así no dudé en llevarme una caja con sus diferentes elaboraciones para probarlas con más tranquilidad en casa. Por último, además de regalarnos un buen fajo de etiquetas repetidas (a quien corresponda, id preparando los intercambios…), nos obsequió con una versión Millesimé que lleva en botella unos cuantos meses y estará lista a partir de noviembre.



Y siguiendo con otro refrán, como no hay dos sin tres, la última referencia cervecera de la que os voy a hablar en este post es uno de esos lugares mágicos que marcan todo viaje para bien. Hablo de Les Fous, una microcervecería perdida en el interior de Bretaña que funciona al mismo tiempo como pub y ofrece la posibilidad de quedarse a dormir. Es decir, el sueño de todo cervecero en un mismo pack. Era una de las citas obligadas del viaje que bajo ningún concepto nos queríamos perder y cumplió con creces.


Arriba los dos artífices. Abajo la barra con sus hand-pumps y unos bonitos lúpulos secos por encima.


Para no extenderme mucho ya que la tarde-noche allí dio para mucho, destaco sus maravillosas cervezas de barril tiradas en hand-pump, las cuales muestran orgullosas los orígenes de sus propietarios (inglesa Tricia, irlandés Don). Cuerpo ligero que no aguado, prácticamente nada de carbonatación, matices sutiles que enamoran a cada sorbo… ufff!! De corazón os digo que fue una gozada disfrutar estas cervezas. De las 7 que elaboran, aunque el nivel general es muy alto, me quedo con una Mild asombrosa (¿cómo diantres una cerveza con tan poco alcohol – 3,1% - puede ofrecer tal dispendio de placer y sabor?) y una Stout para perderse en ella varias horas… Sin duda dos de las mejores cervezas que probamos durante todo el viaje (hablo de las versiones de barril, ya que en botella nos sorprendió no tan positivamente su elevada carbonatación).

 Mild y Bitter… ¡qué cosa más rica!

Por si fuera poco, tienen un restaurante en el mismo pub y comimos un rico magret de pato en salsa y un estofado de ternera acompañados de verduras, todo de un nivel bárbaro!


Sobre estas líneas, el acogedor comedor donde más tarde nos pusimos las botas cenando mientras fuera llovía intensamente y hacía una temperatura no precisamente cálida. Abajo los dos platos principales… ¡Mamma mía que rico!

 

Antes de cerrar el post con algunas recomendaciones no quería obviar algo que nos sorprendió mucho, y es que llegadas las 7 o las 8 de la tarde empezaron a llegar ingleses e irlandeses de edad avanzada como salidos de la nada hasta llenar este este pequeño paraíso perdido en medio del bosque bretón. Unos a jugar al Scrabble, otros al billar, otros simplemente charlando y alguno mirando con cierto recelo a unos servidores que desentonaban por el acento y por los rasgos, pero todos sin excepción bebiendo esas maravillosas ales británicas de libro. Un momento único.


Y como no solo de cerveza vive el hombre, os recomiendo que si visitais Côtes d’Armor disfrutéis pero bien de su precioso litoral con infinidad de rincones únicos (Cap Fréhel, Castel Meur, Plage Saint Guirec…), menos repletos de turistas que en otras partes de Bretaña.

 
 
Como recomendaciones gastronómicas, unos panes prodigiosos y algunos dulces de una panadería que traíamos apuntada de casa llamada La Flûte, en Dinan, pero también las terrinas de paté y de foie que casi me hacen llorar de placer también compradas en una carnicería de Dinan y cuyo nombre olvidé apuntar (aún me doy contra la pared…), y finalmente también las ubicuas y muy ricas (y en ocasiones también algo caras) conservas de pescado, sobretodo de sardina preparadas de mil formas. En cuanto a música tengo que reconocer que se nos quedó la espinita clavada de no ir a ningún Fest-Noz, unos festivales de música y danza tradicionales que tienen lugar por toda Bretaña, así que aquellos que os lancéis hasta aquí no desaprovechéis el primero que se os cruce.

 Arriba, un almuerzo memorable que nos dimos en uno de los omnipresentes “aires” (zonas de descanso) franceses.

Y esto es todo. En el próximo post entramos en Finistère, la parte más oriental de Bretaña, antes de empezar a bordear el sur hasta llegar a Nantes. Pero tiempo al tiempo…