Tras
unos días por Ille-et-Vilaine, llegó el turno de ir hacia el oeste,
concretamente a Côtes d’Armor, donde
entre otras muchas cosas se aloja la famosa costa del granito rosa. Pero sin
dejar el mar y sus acantilados de lado nos sumergimos en un plan más cervecero
si cabe que en el departamento anterior.
Sin
conocer nada de ella, la primera referencia que visitamos podría haber sido el blanco
perfecto de ese refrán que afirma aquello de que quien mucho abarca poco
aprieta.
Y
es que alojar en un mismo sitio la producción de sidra de manzana, perada,
cerveza, vinagre, hidromiel… entre otros productos apunta en esa dirección.
Pero si nos desplazamos de la ruta hasta St.
Cast Le Guildo para visitar La Ferme
des Landes, fue precisamente por las referencias que ésta lleva a sus
espaldas. Sin duda alguna de aquí salió el mejor hidromiel que probamos en toda
Bretaña (elaboran 3 distintos), pero es que sus sidras (más las secas que las
dulces) les quitaron un buen sitio del maletero a posibles futuras compras de
cerveza. Con eso digo todo. En cuanto a la cerveza que embotellan bajo el
nombre de Brasserie des Diaouligs,
no las pudimos probar in situ pero
compramos una caja para casa y espero poderos dar alguna buena nueva muy pronto
al respecto.
Arriba algunas de las cosillas que nos
llevamos. Abajo, los interiores, rústicos pero de verdad…
La
segunda parada cervecera de la región fue una microcervecera que abrió sus
puertas hace casi un año, en septiembre de 2011.
Como
bien apunta el logo de la foto anterior, hablo de la Brasserie Guernouillette, una pequeñísima micro que se aloja en el
garaje trasero de la casa de Franck y Florence, los capitanes de la nave.
Franck, quien en su día trabajó durante muchos años como cocinero, es un
enamorado de las especias vengan de donde vengan y por ello no duda en
experimentar con ellas en sus cervezas. Nos encantó su trato cercano pero más
aún la pasión y el amor que profesaba a todas esas especias.
Arriba Franck enseñándonos una curiosísima
galanga y varias pimientas.
En
su portafolio cuenta con 10 elaboraciones, 7 de las cuales en botella, que van
desde las clásicas Blonde, Brune o Ambrée, hasta una american IPA con
azafrán, una barleywine con 11 especias distintas o una imperial stout. Ahí es
nada.
Sobre estas líneas, las botellas con un
divertido diseño.
Por
aquello del conducir no probamos más que una blonde de barril muy bien hecha (suavemente
especiada y cítrica, sin estridencias) así como un proyecto de imperial stout
bastante avanzado, pero aún así no dudé en llevarme una caja con sus diferentes
elaboraciones para probarlas con más tranquilidad en casa. Por último, además
de regalarnos un buen fajo de etiquetas repetidas (a quien corresponda, id
preparando los intercambios…), nos obsequió con una versión Millesimé que lleva en botella unos cuantos
meses y estará lista a partir de noviembre.
Y
siguiendo con otro refrán, como no hay dos sin tres, la última referencia
cervecera de la que os voy a hablar en este post es uno de esos lugares mágicos
que marcan todo viaje para bien. Hablo de Les
Fous, una microcervecería perdida en el interior de Bretaña que funciona al
mismo tiempo como pub y ofrece la posibilidad de quedarse a dormir. Es decir,
el sueño de todo cervecero en un mismo pack. Era una de las citas obligadas del
viaje que bajo ningún concepto nos queríamos perder y cumplió con creces.
Arriba los dos artífices. Abajo la barra con
sus hand-pumps y unos bonitos lúpulos secos por encima.
Para
no extenderme mucho ya que la tarde-noche allí dio para mucho, destaco sus maravillosas
cervezas de barril tiradas en hand-pump,
las cuales muestran orgullosas los orígenes de sus propietarios (inglesa Tricia,
irlandés Don). Cuerpo ligero que no aguado, prácticamente nada de carbonatación,
matices sutiles que enamoran a cada sorbo… ufff!! De corazón os digo que fue una
gozada disfrutar estas cervezas. De las 7 que elaboran, aunque el nivel general
es muy alto, me quedo con una Mild
asombrosa (¿cómo diantres una cerveza con tan poco alcohol – 3,1% - puede
ofrecer tal dispendio de placer y sabor?) y una Stout para perderse en ella varias horas… Sin duda dos de las
mejores cervezas que probamos durante todo el viaje (hablo de las versiones de
barril, ya que en botella nos sorprendió no tan positivamente su elevada
carbonatación).
Mild y Bitter… ¡qué cosa más rica!
Por
si fuera poco, tienen un restaurante en el mismo pub y comimos un rico magret
de pato en salsa y un estofado de ternera acompañados de verduras, todo de un
nivel bárbaro!
Sobre estas líneas, el acogedor comedor
donde más tarde nos pusimos las botas cenando mientras fuera llovía intensamente y hacía
una temperatura no precisamente cálida. Abajo los dos platos principales… ¡Mamma mía que rico!
Antes
de cerrar el post con algunas recomendaciones no quería obviar algo que nos
sorprendió mucho, y es que llegadas las 7 o las 8 de la tarde empezaron a llegar
ingleses e irlandeses de edad avanzada como salidos de la nada hasta llenar
este este pequeño paraíso perdido en medio del bosque bretón. Unos a jugar al Scrabble, otros al billar, otros
simplemente charlando y alguno mirando con cierto recelo a unos servidores que
desentonaban por el acento y por los rasgos, pero todos sin excepción bebiendo
esas maravillosas ales británicas de libro. Un momento único.
Y
como no solo de cerveza vive el hombre, os recomiendo que si visitais Côtes
d’Armor disfrutéis pero bien de su precioso
litoral con infinidad de rincones únicos (Cap Fréhel, Castel Meur, Plage
Saint Guirec…), menos repletos de turistas que en otras partes de Bretaña.
Como
recomendaciones gastronómicas, unos
panes prodigiosos y algunos dulces de una panadería que traíamos apuntada de
casa llamada La Flûte, en Dinan, pero
también las terrinas de paté y de foie
que casi me hacen llorar de placer también compradas en una carnicería de Dinan
y cuyo nombre olvidé apuntar (aún me doy contra la pared…), y finalmente
también las ubicuas y muy ricas (y en ocasiones también algo caras) conservas
de pescado, sobretodo de sardina preparadas de mil formas. En cuanto a música
tengo que reconocer que se nos quedó la espinita clavada de no ir a ningún Fest-Noz,
unos festivales de música y danza tradicionales que tienen lugar por toda
Bretaña, así que aquellos que os lancéis hasta aquí no desaprovechéis el
primero que se os cruce.
Arriba, un almuerzo
memorable que nos dimos en uno de los omnipresentes “aires” (zonas de descanso) franceses.
Y esto es todo. En
el próximo post entramos en Finistère, la parte más oriental de Bretaña, antes
de empezar a bordear el sur hasta llegar a Nantes. Pero tiempo al tiempo…