Después
de un parón bloguero de una semana, cuyas razones son principalmente la falta de tiempo y cierta apatía por escribir, aquí estamos de nuevo con la entrada de
las mejores cervezas del mes.
A
primeros de abril nos juntamos Txema y la pareja Lúpuloadicta para una de
esas quedadas "cervezo-breweriano-alcahuetísticas", o lo que es lo mismo,
sentarnos a charlar de lo humano y lo divino mientras cambiamos “cachivaches”
de breweriana diversa y tomamos unas buenas birras. En este sentido cayeron sobretodo dos de las que no me puedo olvidar.
La
primera es la Anchorage Bitter Monk,
una Belgian Imperial IPA yanquie con nada más y nada menos que 100 IBUs,
envejecida en barrica de roble que en su día contuvo Chardonnay y el amigo
Brett haciendo de las suyas. Lo mejor de todo es que detrás de tanta
parafernalia nos encontramos con una cerveza tremendamente equilibrada, con un
lúpulo verdaderamente sugerente (cítrico, floral y levemente resinoso) y para nada molesto,
es más, se encuentra integrado maravillosamente en un todo en el que además de
encontrarnos con el lógico punto ácido y astringente, tenemos mucha fruta y un
toque a levadura. En cuanto a sus 9% de alcohol, aún los estoy buscando por lo
bien escondidos que estaban. En conclusión, una cerveza curiosa pero muy, muy tomable**
a pesar de su aspecto aterrador.
La
segunda y última que voy a comentar del piscolabis cervecil (los más avispados
quizás descubráis algunas botellas desenfocadas en las fotos) es una de esas
cervezas que tenía guardada para momentos especiales y que se convirtió en una
de las mejores cervezas en barrica que he podido tomar hasta la fecha (y mira que me
cuesta dejar aseveraciones con tal rotundidad): la Lost
Abbey Angel’s Share en barrica de bourbon. Aún me entran escalofríos al pensar en ella… Servida pone a temblar al más pintado, con un color marrón oscuro y sin a penas espuma. Tras ello empezó el goce, primero en nariz y luego en boca.
Complejísima y tremendamente seductora a cada sorbo, con vainilla, pasas,
chocolate, caramelo, notas a vino porto, un lógico punto alcohólico pero nada
cansino… En fin, un portento de copa para cerrar una estupenda velada en mejor compañía.
Tras
el festín anterior con el que estrenábamos la semana santa, el mes continuó con
una muy sorprendente De Molen Lentehop.
He de reconocer que tenía mucha curiosidad por ésta cerveza, no tanto por ver qué
tal funcionaba la combinación de lúpulos (Saaz, Premiant, Columbus y Cascade),
ya que el gran Menno Olivier utiliza de tanto en tanto las dos variedades de raíz checa, sino por el hecho de que
hubiera sido elaborada con levadura de baja fermentación. El resultado es una
perfecta cerveza de sesión, muy sugerente pero cuya maestría va más allá del
bombo y platillo que las florecillas verdes puedan aportar. Sugerente pomelo,
melocotón y naranja, punto ligero especiado, terroso y cítrico, sobre una base
malteada sabrosa y con un contrapunto amargo. Desconozco si se trata de un
híbrido o verdaderamente de una lager, pero en cualquier caso se trata de una
cerveza refrescante, ligera al tiempo que sabrosa, dejando en muy buen lugar a
esas denostadas levaduras.
La
penúltima del post es la De Dolle
Boskeun, una cerveza que me dejó satisfecho hará más o menos un año pero que
en esta segunda tentativa sobrepasó mis mejores recuerdos. En cuanto al
aspecto, se nos muestra con un precioso color marrón anaranjado, abundante
espuma blanca abierta y de buena retención, carbonatación copiosa de burbuja
pequeña y turbidez media. En nariz ofrece mucha fruta, melocotón, mango,
ciruela amarilla, algo de limón y toques cítricos, un curioso recuerdo a coco y
un sugerente fondo especiado. En boca entra sedosa, con carbonatación media
pero bien integrada, con las notas cítricas, afrutadas así como algo dulzonas y
de bizcocho, y va haciéndose más amarga a medida que avanza el trago, dejando
un final herbal, especiado y ligeramente seco. Cerveza sabrosa, que no esconde
sus raíces belgas pero para nada es cansina ni empalagosa como otras de sus
paisanas. Muy bien ejecutada.
Y
para terminar este festín mensual vamos con una artesana que me dejó boquiabierto, la Dougall’s 942.
Estamos ante otra cerveza que podríamos catalogar como de sesión, ligera y que
no pararías de tomar una tras otra. Con un claro predominio del lúpulo yanquie (sin estridencias,
eso sí), tanto en nariz como en boca, aportando una combinación de notas que
recuerdan a fruta tropical y especiadas (mango, fruta de la pasión, lichi…) así
como algo resinosas, con una base malteada sutil pero necesaria. Una cerveza
redonda, sugerente y muy pero que muy bien hecha, con unos 4,2% de alcohol que
permiten tomarse alguna licencia de más… Sin duda una de las mejores cervezas
de la península que he probado.
Y
así, entre lúpulos muy bien ensamblados por un inglés afincado en Cantabria,
damos por concluido el mes. A ver que nos depara el próximo mayo...
**
¿Para cuando un vocablo sinónimo de drinkability
que suene así de bien en la lengua de Cervantes?