Hoy damos por cerrado un febrero en el que a nivel personal hemos rebasado, por
cantidad y por calidad, con mucho lo que esperaba de un mes habitualmente
tranquilito. Por un lado la escapada por Madrid,
y por otro dos quedadas, una express con el amigo Txema y otra más dilatada con
los amigos de Biirkonnen así como con el ultramaratoniano (también en lo
cervecero) Jose María, nos han obligado a hacer grandes esfuerzos para meter tantas
cervezas en una sección que suele ostentar cuatro o cinco referencias como mucho. Pero sin duda alguna todas y cada una de
las que salen merecen sobradamente un aplauso por la maestría de quienes están
detrás.
Dos
de las más gratas sorpresas de este febrero sin duda alguna son las últimas
creaciones de la navarra Naparbier: SAI y Pumpkin Tzar. La primera, cuyo
nombre significa buitre en euskera, es una saison hecha con cáscara de naranja,
limón y lima, rematado con un Dry-Hopping de lúpulo Citra. Algo que sobre el
papel podría llegar a ser un batiburrillo un tanto atrevido pero que la
levadura francesa que han utilizado redondea maravillosamente aportando ese
toque terroso y tan característico de las saison a un conjunto en el que
lógicamente destacan las notas cítricas a limón, pomelo, naranja, además de pan
y una deliciosa textura sedosa. Una cerveza maravillosamente refrescante y bien
ejecutada sin un solo pero… bueno, que se acabe ;).
Si
la SAI es un maravilloso ejercicio de equilibrio la Pumpkin Tzar lo es aún más, por difícil que parezca. Saber de
antemano que estamos ante una imperial stout elaborada con calabaza asada,
chiles habaneros y un paso por barrica puede asustar a más de uno. Pero sabiendo
que es un homenaje a tres grandes tipos como Manolo (Freiburg), Sven (Drunk
Monk) y Robert Merryman (Shelton Bros.) da para pensar que no puede salir
cualquier cosa de ahí dentro. De hecho, y cómo decía, lo mejor de esta cerveza
es que ni la calabaza empalaga ni cansa como sería de suponer, la madera
redondea a todo un conjunto en el que destacan las notas torrefactas, el chocolate
y notas ligeramente ahumadas, y el chile da el punto de gracia final sin
molestar pero sin el cual no se entendería todo lo demás. En mi opinión se
trata de una de esas cervezas que marcan un antes y un después ya no solo en
esta cervecería, sino a nivel de todo el panorama microcervecero local.
Enhorabuena Napar, os habéis salido.
Tras
estas dos joyas la verdad es que es complicado comentar una cerveza que no
salga excesivamente maltrecha por las comparaciones. Pero si hay un seguro de
vida ese es Bélgica y concretamente ésta elaboración, un detalle de Jota y Aine
de Biirkonnen traído directamente desde Amberes y que nos enamoró a todos perdidamente.
Hablo de la Duvel Tripel Hop 2012, una
cerveza que se elabora siempre con la misma base de lúpulos Saaz, Styrian
Golding y Amarillo, y a ésta base se le añade un lúpulo distinto cada año,
siendo esta vez Citra. Cómo si a ese auténtico referente dorado
que es la Duvel, le añadiésemos un sinfín de notas de lúpulo verdaderamente fresco,
herbal y cítrico, y algo resinoso también. De esas copas que te puedes tirar 2
horas oliéndola antes de dar el primer trago. Un 10. Por cierto, absolutamente
nada que ver con su hermana pequeña de 33cl.
En
la misma velada que la anterior pero tras disfrutar de una carbonade flamenca, detalle
también de los cocinillas Biirkonnen, probamos varias candidatas al podio, pero
si hay alguna que por curiosa al tiempo que por maestría lo merece, esa es la Toccalmatto Gran Cru. Su etiqueta da
bastantes pistas de lo que puede llegar a dar de sí, pero unos servidores la
tomaron sin prestarle demasiada atención. Cual fue la sorpresa de toda la mesa
cuando tras un primer golpe en el que destacaban las notas provenientes de la
levadura (ésteres afrutados, pan, bollería…) nos llegó un toque a fresa, y más
concretamente a yogur de fresa, que ya no abandonaría el paladar hasta terminar
con la botella… Si la etiqueta no nos engaña, conseguir que una cerveza sin
nada de fruta añadida y ningún fermento láctico lo muestre tan claramente, sin
duda se merece toda mi admiración.
Además
de las cuatro anteriores, cómo ya os contamos, Madrid dio
mucho de sí, y allí pudimos probar algunas cervezas que aunque ya las citamos merecen su butaca de honor aunque sea de una forma más concisa por tratarse de auténticos cervezones.
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La Pirata Black Block - Un petróleo
de los buenos, rebosante de chocolate amargo y textura sedosa. De esas cervezas
que apetece tomar pausadamente para disfrutar de todos sus matices, razón por
la cual no dudé (al igual que la siguiente) en comprar otra botella para tomar
en casa. Otro ejemplo, junto con Napar, Dougall’s y algunas más, de que estamos
empezando a hacer muy buenas cervezas en el panorama local.
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Dougall’s Haití - Una rica stout,
cremosa, torrefacta y un punto dulce, pero equilibrada como todas sus demás
elaboraciones.
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LoverBeer Madamin (barril) y Alvinne Undressed Monbazillac. Se trata
de dos maravillosas revelaciones ácidas de menos de 6 y 7 grados de alcohol
respectivamente. Si no te gustan las sour ales, oud bruins, espontáneas o cómo
quieras llamarlas (de todo menos “vinagres”, por favor…), más vale que te vayas
haciendo a ellas porqué no sabes todas las joyas que te estás perdiendo.
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The Bruery White Oak – Una
barleywine resultado de un blend 50:50 entre cerveza con y sin añejar en
barrica de bourbon. Carácter muy marcado por el paso por madera, textura
sedosa, calidez importante, acaramelada, confituras… Una de esas cervezas para
tomar a sorbos minúsculos y paladearla infinitamente.
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Toccalmatto Italian Strong Ale -
Otra barley wine envejecida, en este caso en barrica de roble que en su día contuvo
Grappa (un aguardiente de uva). Mucha fruta madura, confituras, pasas,
caramelo, calidez… lo esperable en una cerveza del estilo pero redondeado
magistralmente.
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Gouden Arend 125 Anniversary – Esta
deliciosa triple gana muchos enteros para convertirse en una de mis cervezas
belgas del año. Fue la penúltima de una tarde-noche-madrugada intensísima y aún
así pudo hacer frente a todo lo anterior llevándonos a extremos de placer casi
infinitos.
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Beer Here Kremlin Crude – Ya he
mencionado un par de “petróleos” más arriba, pero esta barbaridad torrefacta
incorpora magistralmente el ahumado entre sus elementos, consiguiendo un trago
casi místico. Lo peor, que no me llevé una botella a casa.
Y
esto es todo, que no es poco: 12 cervezas, entre las cuales cuatro artesanas locales (esto es
noticia), tres italianas, tres belgas, una estadounidense y una danesa. A falta
de algunos países más clásicos, hemos dado un buen repaso a la geografía
cervecera. Veremos qué nos depara el marzo, pero seguro que el BBF
tendrá mucho que decir.